Con suma preocupación quienes estamos ligados al mundo del fútbol, en mi caso a categorías aficionadas desde hace 16 años con el equipo que lleva el nombre de este periódico, vemos como algunos episodios de violencia verbal y física se extienden a los torneos de categorías infantiles, e incluso, hemos apreciado imágenes escabrosas en algunos de los partidos de niños que se organizaron esta Semana Santa en torneos que se juegan en Mallorca.
En este caso, escribo en plural por el intercambio de opiniones que he tenido con dirigentes de clubes sumado a la angustia de padres y madres de familia y gente de este entorno, que no son ajenos a esta problemática.
Sin exagerar, son episodios desagradables que llegan a afectar hasta la propia armonía del núcleo familiar, a tenor de las consecuencias traumáticas posteriores que esto conlleva.
Las imágenes son extremadamente vergonzosas cuando se ven chavales que pierden los estribos y los adultos peleándose entre ellos, alejados de las normas del buen ejemplo, todo lo contrario a los valores y principios que se deben inculcar a las nuevas generaciones.
Definitivamente algunos adultos que asisten a un campo de fútbol supuestamente a pasar un rato de sano esparcimiento van con toda la intención de convertirlos en espacios violentos y hasta hacen alarde de prácticas de kickboxing, enseñándose con el que se le ponga por delante.
No deja de causar rechazo también observar los tratos denigrantes de ciertos energúmenos que nada más pisar un campo de fútbol ensañan su odio contra los árbitros, no teniendo en cuenta que muchos de ellos son chavales que también tienen familia, algunos son estudiantes y comienzan a hacer sus primeros pinos en este oficio.
Nada justifica el insulto a los árbitros a pesar de sus errores, nadie está en el derecho de argumentar que el fútbol es un deporte de contacto y de sangre caliente para legitimar una agresión verbal o física.
Pero definitivamente no hay cura para algunas personas que llegan a un campo de fútbol en la búsqueda de conflicto, y nada ni nadie los detiene, por más que las propias federaciones hayan endurecido sus sanciones para tratar de apaciguar la violencia de los campos.
No se puede dudar de la voluntad de las federaciones en las diferentes campañas anti-violencia que se muestran a la opinión pública, en este caso la balear liderada por su presidente, Jordi Horrach ha puesto en marcha todo un aparato logístico para aumentar las sanciones sobre los actos de violencia.
Ojala que el protocolo firmado hace unos días con el Govern balear tenga los resultados esperados, concretamente el acuerdo con la conselleria de Presidencia y Administraciones para la prevención, detección y actuación precoz ante situaciones de violencia en el ámbito del fútbol base.
Este convenio debe extenderse al resto de fútbol aficionado para establecer garantías de seguridad a los protagonistas de cada fin de semana: público, árbitros, jugadores, técnicos, delegados y auxiliares.
La permisividad debe tener un límite para con aquellas personas que vienen precedidas de antecedentes violentos para prohibirles la entrada a los campos deportivos. En ese orden de ideas es un deber que todos los clubes cada fin de semana establezcan protocolos de actuación para frenar de inmediato cualquier asomo de violencia.
Los dirigentes, delegados y cuerpos técnicos estamos llamados a dar ejemplo, y si alguna vez hemos fallado, es momento de rectificar y ser conscientes de la responsabilidad social que recae sobre quienes estamos llamados a dar ejemplo.
Hemos llegado a un momento crítico en el que callar la violencia o mirar para otro lado, y no hacer uso de los protocolos establecidos nos hace cómplices directos de una reyerta o batalla campal que se pueda formar por no haber actuado a tiempo.
Los problemas deben atajarse desde el comienzo sin ningún tipo de contemplación, en la teoría puede parecer fácil, pero en la práctica hay que reconocer que muchas veces los niveles de permisividad son ilimitados con los violentos que cada fin de semana van a liarla a un campo de fútbol, todo depende en gran parte de la voluntad también de los clubes.