Un año más en que nos ponemos manos a la obra para la XII Feria Hispanoamérica de Comercio de Palma. Este año se han presentado cambios fundamentales, explicados por el mismo ayuntamiento, sobre la normativa de trasladar todos los eventos que se escenificaban en el Parque de las Estaciones al de Sa Riera.
La normativa lo exige y nos hemos acoplado a las nuevas disposiciones, que dicho sea, pretenden que este parque emblemático se convierta en el punto estratégico de organización de ferias, efemérides patrias o festejos de cualquier índole.
Todo cambio, en este caso después de once ediciones, genera movimientos estratégicos como una buena partida de ajedrez para que todos los detalles lleguen a feliz puerto. Sin embargo, al cierre de esta edición, a pesar de toda la novedad, solo nos queda agradecer a los responsables de stands de diferentes líneas de comercio que nos siguen acompañando en esta aventura de promover el emprendimiento de los propietarios de marcas de negocios, la gran mayoría de ellos de diferentes nacionalidades.
Tendremos veintiocho casetas de varios países que aportan riqueza a la economía balear, generando empleo, cotizando a la Seguridad Social y cumpliendo con sus obligaciones tributarias. Importante matizar en este últimos aspectos por la mala costumbre de quienes “pobrecitean” a la inmigración alimentando discursos demagogos paternalistas, que en nada favorecen a estos colectivos proyectando una imagen de que los que emigran solo llegan a la sociedad de acogida a vivir de las ayudas o a esperar a la mínima oportunidad para vivir del paro.
De lo que poco o casi nada se habla es de ese señor o señora de origen argentino, colombiano, ecuatoriano, boliviano o marroquí, que comienza por regentar un negocio hasta incluso llegar a convertirse en franquiciado por el éxito que tienen, dos ejemplos evidentes, Las Delicias de Doña Blanca o el Grupo la Fonda.
Incluso se pueden mencionar negocios de gran éxito que participarán en esta feria, se me viene a la mente Pollo Stop de la calle Manacor y otros tantos que estarán ahí y se me haría larga esta columna de opinión.
Me agrada puntualizar en este tema a tenor de la gran cantidad de mensajes que se leen todos los días en las redes sociales satanizando a la inmigración, y lo más preocupante, es que algunos políticos o héroes de la patria bajo el lema de “llamar a las cosas por su nombre”, están creando un clima hostil de convivencia en una sociedad balear en la que convergen un crisol de culturas.
Tan fácil es escribir en un muro que un inmigrante delinque como tomarse un poco de tiempo de averiguar la riqueza que estos negocios regentados por gente de afuera generan en la economía de la sociedad local.
Resulta extraño que estos personajes solo hablen de lo negativo, pero obvien lo positivo. Y es que resulta obvio que la empresa de marketing política resulta más atractiva cuando se habla de lo negativo para captar votos. La realidad no hay que ocultarla, y a esa moda de llamar “a las cosas por su nombre” también debería ser tendencia cuando se sume en positivo, no obstante, a efectos de réditos electorales no resulta atractivo.
El sentido común debería priorizarse a la hora de hacer un análisis global sobre los ciclos migratorios, y separar siempre lo positivo de lo negativo, dejando de lado los extremismos. La realidad hay que analizarla desde todas las perspectivas, sopesar y confrontar datos reales sin necesidad de victimizar o satanizar.
Esperemos que con el nuevo reglamento de extranjería se incremente la mano de obra tan necesaria, basta con volver a probar este verano para comprobar la falta de personal en el sector de la restauración y hostelería en Baleares. No es cuento chino, es una realidad de la que los propios empresarios pueden constatar. Bienvenida esa inmigración que aporta trabajo y progreso a la sociedad de acogida, a las cosas positivas también hay que llamarlas por su nombre.