Hoy y ahora, que es cuando estoy escribiendo este artículo, es 3 de octubre de 2016; La misma fecha, pero del año 2013, morían en las costas de Lampedusa, habiendo salido de Libia, 366 personas provenientes de Somalia y de Eritrea. Fue una de las mayores tragedias del Mediterráneo, y generó en la sociedad civil, y pareció también que en la comunidad política, un estado de embriaguez de solidaridad y de empatía hacia la desgracia que se hacía visible y latente en las costas.
Han pasado tres años y hoy escuchaba en la radio un programa en el que se hacía homenaje y se recordaba a todas aquellas personas, y en general todos los miles de personas que no dejan de morir en el Mediterráneo con el fin de intentar alcanzar las costas europeas. Vienen desde África, vienen de países en guerra, de países destrozados por la pobreza, por las dictaduras violentas, huyen intentando salvar sus vidas. Y lo peor de todo es que la comunidad internacional es muy sensible en el momento inicial, pero en cuanto pasa el tiempo, todo esto se vuelve a ocultar detrás de las cortinas de humo del Super-Estado y de los problemas económicos.
Afrontar una realidad
Lo curioso de todo esto es que la inmigración es un hecho real y constante, no es un fenómeno, ni un suceso extraño o casual. Toda la historia del planeta y la composición demográfica de los continentes y de los territorios se ha originado, consolidado y evoluciona continuamente gracias a los movimientos migratorios, bien sean de aspecto local bien sean de aspecto más internacional y transfronterizo. Los motivos que originan los movimientos migratorios son dos fundamentalmente, la pobreza y necesidad de mejora económica y el segundo y que es el instinto de supervivencia.
Antiguamente eran tolerados los movimientos migratorios, incluso eran potenciados para conquistar, colonizar, sociabilizar e industrializar los nuevos territorios, o aquellos territorios que lo necesitaban. Las fronteras no eran controladas. Hoy en día es muy al contrario, la superpoblación, la longevidad, los recursos finitos, la limitada capacidad de absorción; todo hace y provoca que los movimientos migratorios sean muy controlados y limitados, sobre todo si hablamos de los movimientos migratorios del sur al norte, de los países pobres a los países desarrollados.
Tal es el miedo a la inmigración que se utiliza desde los sectores más conservadores para conseguir votos o salidas de la Unión Europea como ha sido el caso de la salida de Inglaterra de la UE, el denominado “Brexit”. O el último referéndum sobre las cuotas de inmigrantes que se ha perdido en Hungría, de claros tintes xenófobos. O incluso es tal el miedo a la inmigración en Europa que se subvencionan países como Turquía para que hagan de colchón entre Europa y África.
Pero la cuestión final es que en Europa ni en el mundo, se habla de una manera clara, real y abierta de buscar soluciones a un hecho objetivo que es la inmigración y los refugiados. Miles de personas intentan cada día llegar a Europa, y este será el gran problema social a solucionar. Los países que conforman la Unión Europea piensan únicamente en el presente, en mantener sus posiciones cómodas y confortables, pero serán los hijos de los políticos que hoy no afrontan la realidad, los que en unos pocos años tendrán que afrontarla.
Tres años para no olvidar
Insisto en que hoy no he podido evitar hablar de la inmigración como una realidad que no está siendo abordada y que, por desgracia, es ninguneada y ocultada, es más las únicas políticas que se ponen en marcha suelen ser coercitivas y restrictivas, y solo son moderadas cuando interesa mano de obra y producción.
La cuestión es que es muy fácil olvidar, y que tres años pasan muy rápido, pero que la situación es la que es, y que Europa está muy cerca de esos territorios que se han saqueado y de los que huye la gente para llegar a Europa, y que sepan las autoridades que lo van a conseguir, porque son capaces de dejarse la vida en el camino; Y ya no vivimos en esas épocas en que los castillos tenían murallas altas para ser asaltadas, aunque a veces las vallas de alambre nos puedan recordar esos asaltos y esas murallas.
No olvidemos, intentemos buscar soluciones reales, intentemos afrontar la situación y buscar soluciones sociales que de alguna manera hagan de este mundo un mundo mejor para todos. Pero quizá esto sea mucho pedir a unos políticos que hoy por hoy poco quieren cambiar, por tanto, no olvidemos nosotros y pensemos que de alguna manera, todos somos inmigrantes.
Fdo. Igor Valiente