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miércoles, diciembre 4, 2024
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    Editorial 326: Amnesia de quiénes somos y de dónde venimos

    Alguna vez en USA escribí un reportaje sobre inmigrantes trabajadores. El título era “No quiero un jefe latinoamericano”. Sin entrar en generalizaciones, son malas consejeras, visto lo visto después de haber salido hace 20 años de mi país natal Colombia, algunos inmigrantes olvidan sus inicios y los sacrificios que tuvieron que hacer para posicionarse en la sociedad de acogida donde recalaron.

    Respetando siempre las leyes y las costumbres del país que nos abre las puertas, no debemos olvidarnos de nuestros orígenes, de dónde venimos y todo lo que nos ha costado para estar donde estamos.

    Es cierto que Europa y en este caso España, no se puede convertir en un corredor de papeles para todos, pero más cierto es que hay países en situaciones de emergencia y eso no lo podemos obviar. Con mayúscula sorpresa analizo algunos comentarios en las redes sociales de contactos de mi perfil, cuyos motivos para venir a España fueron exactamente los mismos de quienes hoy en día buscan mejores oportunidades de vida, e incluso, me atrevo a afirmar que hace tres décadas la situación en muchos países era más llevadera que la de ahora.

    Entonces, quienes sufren de amnesia histórica añadiendo a algunos que intentan imitar el acento español perdiendo el propio, no se deben tomar la cabeza a dos manos cuando ven personas de otros países llegando a Europa o a USA, literalmente esa gente huye despavorida de regímenes opresores y violentos que quebrantan los derechos fundamentales de los ciudadanos.

    Entre mayor injusticia social y menos Estados desprovistos de bienestar y derechos fundamentales para los ciudadanos, es normal que las personas por instinto de supervivencia busquen la opción que más les convenga de emigrar.

    Un claro ejemplo es el que se presenta en este momento en Venezuela en donde centenares de ciudadanos están cruzando la frontera con Colombia, Ecuador, Perú y Brasil. Solamente en Colombia ya se podrían contabilizar más de un millón y medio de venezolanos. ¿Los echamos?, o entendemos una situación que es provocada por los tiranos, corruptos y negligentes gobernantes.

    Desde luego es normal que las masivas migraciones hagan que la inseguridad aumente, pero esto es producto del crecimiento demográfico, lógicamente se cuelan delincuentes, pero eso no quiere decir que a cada ciudadano de un país le tengamos que poner una etiqueta por su procedencia.

    No se necesita haber ido a Harvard para saber cuál es el epicentro del problema. Alguien lanzaba un comentario con doble sentido que me llamó la atención en un foro de opinión. “España tiene un futuro muy negro”, yo le respondería a mi manera: Sí, efectivamente España tiene un futuro negro no por el color de piel de los que entran, sino por las “Tarjetas Black”, cuyos “excelentísimos” usuarios de las mismas colaboraron para seguir haciendo más hondo el agujero.

    Y es que para la amnesia ejemplos. Ya olvidamos lo de las preferentes y la masiva estafa, y no muchos están pagando cárcel por este despropósito de dejar sin un céntimo a centenares de jubilados que se comieron el cuento de hadas cuando les ofrecían este timo bancario. Recordemos que hubo hasta suicidios de personas que no aguantaron el verse estafados y perderlo todo de la noche a la mañana.

    Y si hablamos de casos de corrupción y de “asesores de los asesores de los mismos asesores” que se han cebado con el erario público. Esos sí que chupan del bote, algunos no sirven para un carajo y van únicamente a su despacho a calentar el sillón.

    Tantos Iñakis pululando por ahí, pero la moda es hablar de inmigración y de la invasión perpetrada, en definitiva los problemas hay que analizarlos desde la raíz y no desde la superficie, desde esa perspectiva todos nos convertimos en los adalides de nuestras propias verdades en las redes sociales. Y a quienes emigraron ayer, y hoy se sienten más españoles que los propios españoles, les recomendaría no olvidar sus orígenes, pretender ser más papistas que el Papa es una señal carente de memoria e identidad.

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