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miércoles, diciembre 11, 2024
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    Editorial 362: Hoy más que nunca debemos remar para la misma orilla

    Por Juan Pablo Blanco

    Algunos de los que están leyendo esta columna nunca se hubiesen imaginado vivir una situación mayúscula. Quizá la habíamos visto en películas de terror o de acción en el cine, pero la calma regresaba una vez encendidas las luces de la sala. Aunque hace mucho rato que no voy al cine siempre recuerdo los murmullos de la gente con sus comentarios a la salida: “menos mal que eso no pasa en la vida real”.

    Y no es por ser melodramático o imprimirle tremendismo a lo que estamos viviendo con el coronavirus, pero me incluyo dentro de mi desconocimiento de los que pensaba que la prensa estaba magnificando lo que comenzaba a suceder en China hace apenas un par de meses y que hoy lo tenemos en nuestros propios hogares.

    ¿Quién no ha tenido temor en estos días? Seguramente que pocos se salvan de tener sensaciones de miedo por el confinamiento al que estamos sometidos actualmente. Una figura de la Constitución que busca salvaguardar la protección de los ciudadanos ante la emergencia sanitaria universal en la que España e Italia por Europa están llevando la peor partida.

    Al cierre de esta edición los fallecidos en Italia se disparaban llegando a 1800, del total de los 25 mil afectados. Es una barbaridad que más del 8% de los enfermos no puedan resistir. En España el número de fallecidos- aunque es alto- 297 en relación al total de los nueve mil infectados de hoy lunes 16 de marzo, no alcanza a llegar al 4%, pero aun así no es para tirar cohetes.

    La responsabilidad social en el ejercicio periodístico me lleva a pedir unidad y solidaridad a cada una de las personas que lean estas líneas. Creo que apelando al dicho de que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, es importante que valoremos a la familia, a los amigos, e incluso, a las personas con las que hemos tenido diferencias.

    Sin restar importancia a los sufrimientos causados por las guerras y los conflictos surgidos de la injusticia social que se cobran miles de muertes en el mundo, está claro que nos enfrentamos a uno de los peores años de la humanidad. Nos sentimos tristes e impotentes de contar puñados de muertos todos los días por una pandemia que ha pillado con los “pantalones abajo” a nuestros gobernantes, a los que les faltó reaccionar a tiempo. En medio del optimismo debemos reconocer que contamos con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, pero también dentro de la realidad cabe preguntarse ¿hasta dónde puede aguantar España esta pandemia?.

    Es el peor momento para los reproches o para discutir de los errores del reciente pasado. Ahora debemos remar todos para el mismo lado de la orilla. Luego vendrán las recriminaciones y los ajustes de cuentas en el ámbito político. Aun así con lo tarde que se aplicaron las medidas de prevención de contagio, por estos días las señales de solidaridad y de optimismo prevalecen sobre el individualismo y la avaricia.

    Estoy seguro de que se trata de un mal sueño y entre todos superaremos esta emergencia colectiva. Por nuestras hijas e hijos, hoy más que nunca tenemos que sacar fuerzas de flaqueza para afrontar con responsabilidad y positivismo esta coyuntura. En estos días de compartir en casa, qué mejor que derrochar amor de familia, y por qué no, retomar la comunicación perdida a tenor de una tecnología que hoy impotente ante la adversidad, nunca reemplazará los valores y los principios del hogar.

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