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miércoles, diciembre 11, 2024
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    Editorial 352: Dieciséis años de conclusiones

    Ha llovido muchísima información acerca de inmigración en estas páginas desde el 10 de octubre del 2003, día en el que salía a la calle un periódico con una denominación a la que, aún hoy por hoy y especialmente con los tiempos que corren, alguna gente lo contempla con cierto resquemor, unos se hacen los desentendidos, comentan detalles en sus círculos más cercanos sin atreverse a exteriorizar lo que piensan para quedar políticamente correctos, otros, los más desconfiados pero sinceros, demuestran a las primeras de cambio su rechazo a nuestra línea editorial. Lo escribo tal cual lo percibo, y es que para no plasmar la realidad como la observo, prefiero cerrar el “chiringuito”, mejor explicado, dejar de editar un periódico.

    La tendencia paranoica de los actuales tiempos es que ciertos mensajes definen a la inmigración com el “arte” de llegar de los países de origen a chupar del bote, a recibir ayudas, a ser beneficiario de subvenciones, a tener prioridad sobre los nativos en los servicios básicos, y como si fuera poco, a quien tiene la desgracia de estar “irregular” se le vincula inmediatamente a la delincuencia.

    Tristemente no me canso de escribirlo en casi todas las ediciones, las redes sociales se han convertido en un nido de sujetos que destilan odio en cada palabra cuando se refieren a los llegados de afuera. Ya en la praxis recuerdo a una joven taxista mexicana de los Ángeles, California, que recientemente durante el trayecto al aeropuerto LAX, me contaba cómo miles de xenófobos habían salido del closet y promulgaban su odio al inmigrante desde la llegada de Trump al poder, tema tabú del que antes solo se hablaba entre las paredes de las casas, sencillamente antes estaba muy mal visto, ahora no.

    Lo mismo está sucediendo en gran parte de Europa con el discurso cansino de que la inmigración es la causa de todos los males de una sociedad, ignorando el resto de desgracias. Por todo esto, la temática que abordamos en este periódico desde hace 16 años es motivo de análisis en positivo para quienes realmente desde los cargos de responsabilidad política trabajan por la real integración de los nuevos ciudadanos y el verdadero tejido asociativo- no solo de fiestas- que verdaderamente dedica su trabajo social a la gente que dice representar.

    Hoy después de 16 años recuerdo a los altos cargos en áreas sociales de los ayuntamientos, del Govern y de los Consells insulares que han puesto durante sus mandatos empeño y dedicación para sacar adelante los proyectos de integración real de los llegados de afuera, y es que el integrar abarca muchas definiciones que van desde los derechos hasta las obligaciones como nuevos ciudadanos.

    Pese a haber avanzado en políticas de integración falta aún mucho por hacer, no bastan los discursos reivindicativos en Twitter o Facebook. A mi criterio falta bastante pedagogía, que en la práctica se sigue descuidando. La experiencia profesional en estas cuatro legislaturas me convence cada vez que la inmigración no se puede relacionar únicamente a una tendencia o corriente ideológica. No por el hecho de ser de un color político se es más o menos proclive a la inmigración, muchas veces las apariencias nos confunden y hasta nos asaltan en nuestra buena fe.

    Agradecemos a los lectores, a la empresa privada y a quienes desde los cargos de responsabilidad trabajan con hechos y no con palabras por una sociedad más tolerante, amable y solidaria.

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